viernes, 27 de enero de 2017

PUERTO REAL




Andaban los Reyes Católicos (los insignes Isabel y Fernando) buscando controlar una salida al mar en el sur de Andalucía, con proyección al Estrecho de Gibraltar y a un paso del Océano, que por momentos dejaba de ser Tenebroso, y de paso socavar el poder e influencia de Medina Sidonia, Jerez de la Frontera y del duque de Cádiz. En 1483 otorgaron una Carta Puebla a los habitantes de un rincón de la Bahía de Cádiz, justo enfrente de la Isla de León y a un salto de la antigua Gadir, procediendo a la fundación de la villa de Puerto Real. Mas nunca gozó Puerto Real de relevancia, ni preeminencia, ni siquiera de riqueza. Eso sí, conserva de aquellos tiempos un perfecto trazado urbano reticulado, un plano hipodámico plenamente renacentista.



Entre pinares y marismas, cinco siglos contemplan, en una apacible orilla de la Bahía de Cádiz, la villa de Puerto Real, la localidad que me vio nacer y forjar (a trancas y barrancas) mi personalidad. Quinientos años (unos pocos más en realidad) de aquel 18 de junio de 1483 en el que sus católicas majestades expedieron la carta puebla, dando por fundada la localidad. Aunque su historia humana es mucho más antigua.



Ya fenicios y romanos explotaban el barro de los suelos arcillosos y extraían la sal para elaborar sus (suponemos) deliciosas conservas de pescado. A escasos kilómetros de las milenaria Gadir se desarrolló el Portus Gaditanus, que aunque aún no se ha podido localizar, más de un investigador sitúa en el término municipal de nuestro pueblo. De época romana destaca un mosaico del dios Baco de enormes dimensiones hallado en una villa.



En Puerto Real la Edad Media es una auténtica Edad Oscura, y poco es lo que sabemos de aquellos turbios tiempos. Los barrios periféricos (o pedanías), como el Marquesado o el barrio de Jarana, bien pudieron ser sendas alquerías en época musulmana. Durante la conquista cristiana, impulsada por el rey Alfonso X, lo que hoy es el término municipal de Puerto Real, fue motivo de agrias disputas entre Cádiz y Jerez (como no podía ser de otra manera).



Puerto Real cuenta con uno de los complejos alfareros de época romana más grandes de Europa. Parte de la producción alfarera portorrealeña, utilizada para el transporte de vino y salazones, terminaron formando parte del monte Testacio, en la capital imperial.



Aunque la zona donde se ubica Puerto Real estuvo habitada desde la Prehistoria, no podemos hablar de asentamientos de dimensiones considerables hasta finales del siglo XV.



La Carta de fundación fue expedida en Córdoba por los Reyes Católicos, cuando desde la ciudad califal proyectaban el avance y la conquista de Granada. El objetivo de los monarcas era conseguir para la corona un puerto y salida al mar en el Golfo de Cádiz, toda vez, que el resto de la región estaba en manos de diferentes clanes nobiliarios. En un primer momento Puerto Real quedó bajo la jurisdicción de Jerez de la Frontera, y muy pronto se constituyó el ayuntamiento. Tras varios intentos de secesión, más o menos exitosos, a mediados del siglo XVI, Carlos V permitió la independencia definitiva del ayuntamiento de Puerto Real del control jerezano.



La villa fue concebida urbanísticamente según los cánones renacentistas, siguiendo un trazado hipodámico. La población primigenia estaba formada por doscientos vecinos que trazaron calles paralelas y perpendiculares que se cortaban en ángulo recto, resucitando la disposición típica del campamento legionario romano. Un modelo que fue exportado a América durante la empresa colonial. En origen los límites urbanísticos estaban marcados por la calle Real al norte, Amargura el sur, Sagasta al este y Vaqueros – o Ancha – al oeste. La calle de la plaza sería el eje principal que desembocaba en la casa del Cabildo sita en la actual plaza Blas Infante. En época barroca se levantó la Plaza de Jesús, centro neurálgico de la ciudad, sede actual del ayuntamiento.



Los vecinos de Puerto Real se dedicaban a la agricultura de secano, la ganadería, la pesca y la extracción de sal. La localidad se desarrolló al amparo de Cádiz, convertida en un puerto clave en el comercio transoceánico.


La parroquia de San Sebastian, principal templo de la ciudad se construyó en una suave elevación del terreno, donde antiguamente existió una modesta ermita gótica. Aunque la iglesia se empezó a construir en estilo gótico y no fue finalizada hasta el siglo XIX, su esencia es renacentista.



En la gruta situada en el pinar de las Canteras, recibe veneración la patrona de Puerto Real, la Virgen de Lourdes.



El Parque Natural de la Bahía de Cádiz, la Isla del Trocadero y el Complejo Endorreico de Puerto Real, conforman el evocador medio natural donde se enclava nuestro pueblo.



Un pueblo gaditano, arrullado por los aires de la bahía, con un apellido regio, vinculado por nacimiento a la monarquía, pero que nunca disfrutó de sus privilegios.




Mi infancia son recuerdos de una playa de arena gris, mi adolescencia vaivén de emociones azuzadas por el viento de levante . . .






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