miércoles, 24 de febrero de 2016

MONASTERIO REAL DE BROU.



Maravilla del gótico, blanco, inmaculado. En 1504 Margarita de Austria, nuera viuda de los Reyes Católicos, con 24 añitos perdía a su segundo marido Filberto de Saboya, y decidió honrar su memoria, construyendo este monasterio a la gloria del amor.


El primer claustro, rodeado por una sencilla galería ojival, antecede a la iglesia.


El templo está emplazado en Bourg en Bress, instalado sobre una necrópolis galo-romana, y más tarde burgundios. Concebido como un acto de amor póstumo, Margarita de Austria, la hija de Maximiliano I y María de Borgoña, emprendió la construcción del monasterio a la muerte de su segundo esposo, Filberto de Saboya. El monasterio presenta una composión única en Francia, a partir de tres claustros superpuestos.




Maestros y artesanos de una decena de oficios eran necesarios para levantar un edificio de estas características. 



"Madera para los andamios, cimbras, artesas y ruedas, cáñamo para las cuerdas, piedra para los sillares y las esculturas, cal y agua para el mortero, hierro para las herramientas de trabajo, y plomo, arena y óxidos metálicos para el vidrio fueron los materiales utilizados por los constructores de catedrales. Todos ellos se encuentran con cierta abundancia en la naturaleza, pero todos han de ser manipulados y elaborados para poder utilizarse en la construcción. Los maestros góticos fueron capaces de hacer de esos materiales tan simples y humildes los elementos constitutivos de una de las obras de arte más impactantes de la historia de la humanidad".
José Luis Corral, 
El enigma de las Catedrales

Como regente de los Países Bajos, Margarita siguió con interés, desde su corte de Malinas, las obras del monasterio.

El complejo monástico estaba destinado a albergar tres tumbas, la de Filberto, la de su madre y la de Margarita. La flamante infanta de Borgoña murió antes de ver culminada su obra. Los sepulcros se labraron con exquisitez de detalles en el valioso mármol de Carrara.



Los monjes deambulaban alrededor del gran claustro.




El ambón, cierre que separa el coro de la nave, revestido por una cubierta vegetal pétrea, anuncia el esplendor de la capilla funeraria.



La tumba de Filberto de Saboya ocupa el espacio central de la iglesia.



Detalles de la tumba de Filberto.



La iglesia, considerada obra maestra del gótico flamígero flamenco (a mí personalmente me recuerda al manuelino portugués) fue levantada por Loys van Boghem, maestro de obras bruselense, elegido para este cometido personalmente por Margarita.



Las tumbas, esculpidas en un taller de Brabante, perpetúan tras la muerte, el poder que ostentaron en vida los miembros de los grandes linajes. El Monasterio Real de Brou sigue la tradición iniciada por los Plantagenet en Fontevraud, continuada por los monarcas franceses en Saint Denis y culminada por los Duques de Borgoña en Dijon. Y más cercano a la propia Margarita, el espectacular cenotafio de su padre en Innsbruck.


Las coloridas vidrieras fueron realizadas a partir de cartones, elaborados en Bruselas y representan a los jóvenes esposos.


Filberto de Saboya “el Hermoso” es presentado por San Filberto de Tournus. Debajo los blasones de la Casa de Saboya y de la Dinastía de Borbón.



Sepulcro de Margarita de Borbón, la madre de Filberto. Las estatuas pleurants (sollozantes) evocan a los cercanos sepulcros de los duques de Borgoña en Dijon.


Monumento funerario de Margarita de Austria, con un espectacular baldaquino de piedra lleno de estatuillas, imita el cortejo y los fastuosos funerales principescos.



Las tumbas presentan dos figuras de los finados, la inferior representa a las persona – la mujer – y la superior a la realeza – la duquesa.


Una performance lobuna.


Gárgola.



El blanco del mármol y la luz se derraman a través de las vidrieras exhibe la faz más pura (y auténtica) del estilo arquitectónico de la ciudad y la burguesía; el gótico. Por otro lado, el más sublime y sugerente de todos los estilos arquitectónicos existentes.



La capilla se revela como el espacio definitivo, la blanca piedra simboliza la nobleza del difunto, bañada por la luz divina y redentora del Sumo Creador.




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