jueves, 28 de enero de 2016

CASTILLO DE BURGUILLOS DEL CERRO.



El rey Fernando III completó la conquista de Burguillos del Cerro y cedió villa y castillo a la Orden del Temple, que gozaba de gran prestigio en aquellos tiempos.


El castillo que vemos hoy es el resultado de sucesivas reformas constructivas, y han sido tantas las obras realizadas a lo largo del tiempo, que resulta prácticamente imposible diferenciar los elementos originales de la obra.


La fortaleza fue levantada en el siglo XIII sobre un edificio musulmán anterior. Se alza en la cima de un cerro rocoso y su acceso es un tanto complicado. Es necesario hacer un esfuerzo (corto pero intenso) de corazón, pulmones y piernas para llegar hasta la cumbre. (Merece la pena, si disfrutas paseando ensimismado entre ruinas).



El edificio tiene doble recinto y son visibles algunos lienzos del cerramiento más adelantado. Un edificio que fue ampliado y restaurado a lo largo del tiempo, según necesidades (y posibilidades). Su perímetro está rematado con torreones y cubos en las esquinas.


Se accede por una única puerta, con arcada gótica, abierta en el muro sur. Sobre la entrada el escudo de la Casa de Béjar.


Torre Parda, al noroeste, es el nombre de pila de la Torre del Homenaje, el elemento más sobresaliente de la fortaleza y está formada por dos cuerpos claramente diferenciados.



Una vieja leyenda, contada y creída por los vecinos, afirma que en uno de estos torreones había un becerro de oro atado. Allí donde se encuentra el becerro, debe haber escondido un tesoro. Muchos de ellos subieron cargados con pico y pala con la fatua esperanza de hallar el tesoro.


Las lágrimas de los caballeros mojaron la tierra que hoy cercan los muros y torreones en ruina de la antigua fortaleza. Las piedras guardan en su interior los lamentos de caballeros que murieron defendiendo este cerro y de sus mujeres que esperan amargamente a los que nunca regresaron.


Desde el castillo del cerro se abarca parte de la provincia de Badajoz, a medio camino entre la próspera Andalucía Occidental, con Sevilla a la cabeza, y el ambicioso Reino de Portugal de los Avis. Durante un tiempo fue una tierra deseada por todos y defendida por unos pocos.




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