lunes, 7 de diciembre de 2015

MOSTAR, LA JOYA DEL NERETVA.



El río Nerteva esculpió una valle en los imponentes Balcanes y los turcos otomanos tallaron en esas montañas una precioso diamante: Mostar.


Mostar es una de las ciudades más emblemáticas de los Balcanes, las gélidas aguas del río Neretva fluyen por medio de la ciudad, y el imperecedero Puente Viejo, acaso el más hermoso de toda Europa, es su símbolo más conocido, y un icono de la superación, la necesidad de seguir adelante y las ganas de vivir.


En las cercanas montañas, morada del dios del trueno, se han hallado restos de asentamientos protohistóricos y bajo la ciudad actual duermen el sueño eterno los restos de la ocupación romana. En Mostar la Edad Media fue ciertamente una época oscura, pues son muy pocos (y confusos) los datos que de ella podemos tener por seguros. La primera mención documental es de 1474, coincidiendo con la expasión otomana y la denominación Mostar procede de los guardianes “mostari” que controlaban el paso por el puente y cobraban el pertinente peaje.


Los turcos otomanos, omnipresentes en la región, dominan la ciudad a partir del año 1468, comenzando la urbanización y época de prosperidad de la población. La Mostar otomana quedó organizada en dos áraes distintas, una zona comercial y artesanal, y otra residencial. A finales del siglo XVI era la ciudad otomana más influyente y destacada de Herzegovina.


Sobre las bravías aguas del Neretva se erige la mezquita de Mehmed Pashá.


El Kriva Cuprija – puente torcido – de un solo arco, es el más antiguo puente de piedra de Mostar, construido en 1558. Con un imposible escorzo salva las aguas del río.




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