lunes, 8 de junio de 2015

VLAD II, EL CABALLERO DEL DRAGÓN.



Conocido por ser el padre del archiconocido Vlad Tepes , el auténtico Drácula, su actuación política nada tiene que envidiar a la de su hijo, y para ser justos, Vlad II y no Vlad III, es el auténtico caballero de la Orden del Dragón.

Hijo de Mircea I el Viejo (o el Grande), uno de los más reputados príncipes de la historia de Valaquia (Rumanía) hacia 1418 llegó a la corte de Segismundo de Luxemburgo, rey de Hungría, como rehén para garantizar la lealtad de su padre. Tras varios encuentros y desencuentros a lo largo de una década, en 1431, en solemne ceremonia, Segismundo, flamante emperador del Sacro Imperio, nombró a Vlad voivoda de Valaquia y lo armó caballero de la Orden del Dragón, fundada en 1418 para luchar contra los turcos y combatir a los herejes husitas. Vlad se convierte en defensor de la frontera transilvano -valaca, un territorio que el rey húngaro pretendía reforzar como un estado tapón contra la Sublime Puerta. Tras la dieta donde el nuevo voivoda juraba lealtad al Emperador, se instaló en la ciudad de Sighisoara.

Pero nada iba a resultar sencillo, los turcos tenían a su propio candidato, Alexandru Aldea, hermanastro de Vlad. Los húngaros no ofrecieron mucha ayuda, así es que Vlad se las tuvo que ingeniar para derrotar a su medio hermano y establecerse en Tirgoviste, la capital del principado.



Vlad nadaba entre dos aguas, con un ojo en oriente y el otro en occidente. Este tipo de nobles de frontera, siempre terminaban vendidos, sin el imprescindible apoyo húngaro y ante la movilización de las tropas turcas, Vlad optó por la opción que consideraba más oportuna para conservar el trono, rendir homenaje al sultán, eso sí, sin enemistarse con los magiares. Para asegurarse la frágil lealtad, el sultán exigió a los hijos como rehenes, Vlad, el futuro empalador, y Radu.

En 1441 Janos Hunyadi se convirtió en capitán general de Transilvania, y en la práctica, comandante supremo de las tropas que debían defender el flanco oriental del mundo cristiano. Con sus hijos en Anatolia y las fuerzas húngaras en suelo patrio, Vlad no fue capaz de comprometerse con ninguno.

La hora de la verdad llegó en 1444, cuando un gran ejército cristiano, a instancias del Papado, se aprestaba a expulsar a los turcos de Europa. Cuando Vlad contempló las exiguas tropas, comentó al comandante Hunyadi, que la batalla estaba perdida de antemano, pues el sultán lleva a más hombres cuando sale de cacería. Al parecer el comentario enfureció a Hunyadi y Vlad se negó a participar personalmente en la campaña. Eso sí, envió a su primogénito Mircea al mando de un destacamento.

La batalla de Varna fue un desastre, y los cronistas polacos y húngaros no tardaron en encontrar un culpable, Mircea el valaco. Tras el descalabro Hunyadi consiguió huir, pero a su paso por Valaquia fue apresado por Vlad, que de esta forma hacía evidente su traición. Posiblemente Vlad quería congraciarse con el sultán, pero ante la pasividad de este y las presiones desde Hungría, el voivoda valaco accedió a liberar al comandante húngaro.


La fría venganza se hizo esperar. En 1447, deseoso de reforzar Valaquia, Hunyadi marchó a través de los Cárpatos, se negó a negociar con Vlad y se lanzó a la batalla. Los valacos fueron claramente derrotados, Vlad pudo huir, pero su hijo Mircea fue apresado y ejecutado. Pocos días después, los enemigos de Vlad, lo encontraron y apalearon hasta la muerte. Su tumba probablemente no haya existido nunca, y es que en este contexto, era imposible morir en paz.

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