domingo, 31 de mayo de 2015

RECINTO AMURALLADO DE RADA.



Resulta extremadamente complicado hacer desaparecer una ciudad de la faz de la tierra. El fuego y la artillería pueden barrer parapetos e incendiar techumbres, espadas y fusiles abonan la tierra con los cuerpos de sus habitantes, los cronistas e historiadores borran sus nombres de los libros y los registros; pero las piedras siguen en pie. Algo así debió ocurrir con Rada, fue arrasada, pero sus ruinas siguen ahí, recitando una letanía que el viento arrastra, cruzando impertérrita los campos y páramos de la Ribera navarra.


Sobre un aislado y solitario cerro, a 341 metros de altura, Rada, una villa de 12.500 metros cuadrados, desempeñó un destacado papel estratégico en el entramado defensivo meridional del Reino Medieval de Navarra. Desde el lugar donde se levantaba el torreón se domina una extensa llanura, inabarcable de una sola mirada, y es posible divisar numerosos enclaves: Caparroso, Olite, Ujué, Tafalla, Santacara y las Bárdenas Reales.


Situados ya en época plenamente cristiana, en una fecha próxima al siglo XI, existe registro documental de una atalaya defensiva, frente a la sempiterna amenaza musulmana. Llegado el siglo XIII el problema ya no era el Islam, sino dos molestos (y ambiciosos) vecinos, Castilla y Aragón. Y en estas circunstancias Rada fue consolidando su ventajosa posición.


Poco a poco, sin estridencias ni precipitaciones impropias de la evolución histórica, un destacado núcleo de población se fue desarrollando en el interior del recinto delimitado por murallas, aunque también existían viviendas diseminadas por el cerro. Una modesta comunidad que ocupaba más de setenta viviendas, se organizaban alrededor de una pequeña iglesia románica del siglo XI, y un cementerio de reducidas dimensiones.


Rada era un señorío laico, cuya autoridad era ejercida por un señor, primeramente del linaje de los Rada y después los Mauleón. En los complicados equilibrios de poder, el monarca, siempre receloso de los nobles, debía intentar por todos los medios, asegurarse su lealtad.


En los años finales del siglo XIII, villa y castillo fueron incorporados por la corona, en virtud de una acuerdo alcanzado con Enrique I. En 1307 el rey Luis Hutin cedio el castillo y la villa a Ojer de Mauleón (a cambio del castillo de Mauleón) permaneciendo Rada unida a este linaje hasta su trágico final.


El rey debía velar, en última instancia, por la defensa de su reino, aunque fuese de manera indirecta. A lo largo del siglo XIV el pequeño castillo sufrió tal deterioro, que en 1364 Carlos II, tuvo que destinar una importante partida económica para su reparación y puesta a punto.

Durante el siglo XV, Navarra vivió convulsionada por las tensas relaciones con la Corona de Castilla, y sobretodo por el estallido de una guerra civil a la muerte de la Reina Blanca. El motivo, la cuestión sucesoria. Los beaumonteses apoyaban a Carlos, Príncipe de Viana, como candidato al trono, mientras que los agramonteses, eran partidarios de su padre, Juan II.

Rada decidió apoyar al bando perdedor. En 1455 por orden de Juan II, el caudillo agramontés, Mosén Martín de Peralta puso cerco, asedió, conquistó y arrasó la ciudad, no dejando piedra sobre piedra, y entregándola al fuego y al saqueo. Solo se salvó la iglesia de San Nicolás. El viento, las lluvias y las tormentas hicieron el resto.


En 1462, Carlos murió de tuberculosis (o envenenado) y el rey Juan ablandó su corazón y decidió mostrarse magnánimo, perdonando a sus partidarios. Eso sí, no pudo resucitar a los que habían muerto. Concedió licencia a los habitantes de Rada para que pudiesen recuperar sus heredades. Fue un intento infructuoso, Rada agonizaba y se había abandonado a una muerte segura. La reconstrucción del poblado se hizo imposible, continuamente frenada por la propia corona, legando a la posteridad un enclave para la fantasía y la pesadilla.

En 1492, un año de gran relevancia para la España Invertebrada, Tristán de Mauleón, señor de Rada en el momento, vendió el desolado, que permaneció olvidado y descarnado en manos privadas, que nunca tuvieron claro que hacer con él. Quizás los fantasmas del pasado impidieron cualquier actuación. En 1981, cuando soplaban vientos de cambio en España - cuarenta años más tarde que en Europa Occidental - fue donado al gobierno de Navarra, que proyectó su recuperación y puesta en valor, comenzando las campañas de excavación en 1984.



En el lado oriental del recinto se ubica la única puerta identificada, de la que se conservan cuatro sillares perfectamente tallados. En el exterior es posible distinguir tres escalones que comunicarían el camino de acceso a Rada con la puerta de entrada que conduce a la calle de la Ermita.


Muy posiblemente habría otra puerta en el lado norte, coincidiendo con el acceso actual al yacimiento, que comunicaría el exterior directamente con la principal vía del poblado.



Todas las ciudades, de cualquier época, tienen una vía principal, en Rada se conoce como la Calle de la Ermita, y pudo actuar como eje vertebrador de la actividad de la población, pues cruza el asentamiento longitudinalmente y además tiene intersecciones con el resto de calles.


Cuatro calles estrechas (2 -3 metros) estructuran el área de habitabilidad en el interior del recinto, y en torno a ellas se van distribuyendo los edificios del poblado, que serían bastante humildes. Eran casas de dos plantas, de piedra, con los suelos de tierra batida mezclada con cal y cubiertas de madera, ramas y tejas.


La iglesia, más bien de ermita, de San Nicolás, es un coqueto edificio románico del siglo XI con espadaña, construido con gruesos sillares. Posee dos entradas, que permiten penetrar a un interior sobriamente decorado, en el que se distingue una planta rectangular de una nave de tres tramos que culmina en ábside semicircular.


Los poderes comparten espacio, para vigilarse muy de cerca, de tal forma que la Casa del Tenente, se ubica junto a la Iglesia. Es un auténtico complejo constructivo formado por seis habitaciones, cinco de los cuales están comunicadas entre sí. Se trata de una construcción diferente al resto, con unos 270 metros de superficie y con un único acceso a la Calle de la Ermita.

Su situación estratégica, entre la iglesia y la entrada oriental, en la esquina donde convergen las dos calles más importantes, y la protección que le prestan la iglesia, las murallas y un tramo del edificio, hacen suponer que se trata de la casa del Tenente o Gobernador, representante del rey en esta zona.


Justo en la esquina, una estancia independiente de las demás, con acceso propio, que ha sido interpretada como un puesto de guarida, desde el que era posible controlar ambas calles, e incluso yendo un poco más allá, la entrada misma al cerco.


Junto a la iglesia, en el lado sur, se sitúa la necrópolis, la ciudad de los muertos. Recuerdo de una época en que no era necesario sacar a los muertos de la ciudad de los vivos. Durante las excavaciones arqueológicas se han exhumado unos ochenta individuos, entre niños, jóvenes y adultos.

La mayoría de estos enterramientos no presentan ajuar, salvo alguna anilla, un puñal y una hebilla de cinturón. Por otro lado existe una gran variedad tipológica de enterramientos, individuales que conservan posición anatómica, otros a los que se han añadido restos de otros individuos, enterramientos dobles, fosas utilizadas como osarios.


Brilla el sol, pero hace frío mientras paseamos por las derruidas calles de Rada y encontramos las ruinas de una vivienda de dos pisos y planta rectangular, reconstruida con muros de mampostería en la parte inferior. La puerta de entrada se abre a la Calle de la Ermita, y el suelo de la vivienda estaba formado por roca caliza cubierta por una capa de tierra batida.


En el interior se ha localizado el resto de un hogar y de una columna central que sustentaba el segundo piso, la que se accedía por una escalera de obra. El segundo piso se construía con madera y solía ser el dormitorio familiar.


En la zona oeste del poblado nos encontramos con un abigarrado grupo de viviendas que se abren a la calle, formando una línea quebrada.


Imprescindible para el abastecimiento de agua de los habitantes del poblado, el aljibe es una enorme cisterna donde se almacena el grupo de lluvia. El aljibe de Rada, excavado en la roca, y con una profundidad de 3'5 metros, tiene una capacidad de cien metros cúbicos. La parte superior está construida con hileras de sillares y este depósito debía ser comunal y se destinaba al consumo y suministro de toda la población y de los animales. Era la única forma de proveer de agua al poblado.


El donjón o torreón es el más destacado de los paramentos defensivos de Rada. Presenta planta circular y conserva tres metros y medio de altura, aunque se calcula que bien pudo alcanzar los quince metros. Un foso rodea uno de los flancos acentuando su carácter defensivo y aislándola del resto de la fortificación.


Concebida como una torre almenara, aislada del resto de la fortificación por un foso, cumplía funciones de defensa y vigilancia. Desde esta torre era posible comunicare mediante señales luminosas o de humo con otras torres, o lugares visibles como Ujué, Peralta o Marcilla, cubriendo con eficacia la línea defensiva del acceso a Pamplona desde el sur.


Otra hipótesis lo identifica con un donjón, con función claramente defensiva, que se convertiría, cuando las circunstancias obligasen a ello, en último refugio y reducto de resistencia en caso de ataque. El acceso se situaba a media altura y no presenta unidad residencial, sino que estaba destinado a uso de guarnición y arsenal.



La muralla que protege y delimita la ciudad medieval, se asienta en el borde de una plataforma caliza que cubre el cerro donde se asienta Rada. Únicamente se mantiene en pie un lienzo de la muralla con dirección N-S, de unos cien metros de longitud, y que presenta restos de dos bestorres, a saber, torres abiertas por la gola que apenas sobresalen en el exterior. En esta parte, precisamente la más accesible del cerro, la muralla tendría al menos tres plantas de altura.


Existen determinados lugares que se resisten a morir, a pesar de flotar a la deriva arrastrados por la corriente, al igual que sucede con algunas personas. El Desolado de Rada es sin duda alguna, uno de esos lugares. Consciente de la brevedad engañosa de la vida, que diría Góngora, el Ser Humano lleva toda su existencia (como especie) intentando guardar su pasado, contar su historia, alcanzar la eternidad y trascender en el tiempo a través de la piedra. La piedra ha demostrado ser más veraz, certera e invulnerable que la propia historia escrita y la tradición oral. Cuevas, dólmenes, menhires, pirámides, iglesias, y castillos están ahí. Habría que sumarles las modernas estructuras de hormigón y acero. Pero creo que no es lo mismo, me parece que el hormigón armado no transmite las mismas sensaciones que la piedra, debido quizá a ser menos erosionable, más inmutable y carente de personalidad. Entonces !horror¡, dejamos de utilizar la piedra, la sustituimos por la fibra, el plástico y el hormigón. ¿Significa esto el fin de la historia? ¿Hablarán de nosotros en el futuro como la Edad sin Historia? ¿Pueden los bits conservar la memoria de nuestra historia de igual manera que lo hacen las piedras? Existían megalitos, petroglifos y pinturas rupestres hace varios milenios, ¿habrá ordenadores dentro de 20.000 años?. El ser humano abandonó la senda de la Naturaleza, y más temprano que tarde, pagará su error. Menhir, dolmen, venus, verracos, esculturas, ermitas, castillos, iglesias, pallozas, castros, bancos, adoquines, bifaces, mampostería....siempre buscamos piedras para conocer la historia de nuestros ancestros, que nunca olvidemos es la nuestra misma, ¿qué buscarán en el futuro para conocer nuestro mundo?...ipods, tablets, ordenadores, teléfonos...en nuestra sociedad de lo efímero, también nosotros nos hemos vuelto de tal condición. Posiblmente nadie entienda mis palabras en su sentido más amplio y profundo, salvo las mentes más inquietas, los espíritus más críticos e inconformistas, y algún que otro personaje avispado e inteligente, pero me parece que en la era de internet, el ser humano está desarrollando una velocidad vital antinatural y unos patrones de comportamiento antivitales. Y las consecuencias las vamos a pagar.


Hasta los fantasmas hace tiempo que abandonaron este descampado, pero las piedras, siempre las piedras, continúan ahí, guardando la memoria, celosas de las Historia. Y cuando el último navarro olvide el nombre de Rada, ellas permanecerán en el cerro, amnésicas, pero vivas.




NANCY, CAPITAL DE LOS DUQUES DE LORENA.



Una pequeña ciudad de provincia, perdida en el maremágnun de ciudades francesas, Nancy fue hogar de duques y capital histórica de Lorena, en eterna rivalidad con el obispado de la cercana Metz. Su centro presenta una simbiosis arquitectónica tendente al lujo ornamental que recuerda pasados tiempos de grandeza. Su conjunto arquitectónico del siglo XVIII forma parte, por méritos propios, del Patrimonio de la Humanidad según UNESCO.


El duque Mateo I de Lorena decidió en 1153 situar la capital del Ducado de Lorena en Nancy, que ejerció como tal hasta la desaparición de este dominio señorial en 1766 cuando fue anexionado por el Reino de Francia.


Ubicada en una zona fronteriza, apetecida por propios y extraños, Nancy sufrió los avatares de la historia, sirvió de bisagra e intermediaria entre el Reino de Francia y el Sacro Imperio, y en 1475 fue sitiada y rendida por Carlos el Temerario que proyectaba crear un gran estado borgoñón. Pero dos años después, el duque René II consiguió reconquistarla.


El palacio ducal del siglo XV, combina el gótico flamígero con el estilo renacentista de inspiración italiana, y fue durante un par de siglos la residencia habitual del duque de Lorena.


La place de Sain Epvre, presidida por una fuente rematada con una estatua ecuestre de René II era la plaza del mercado medieval y el lugar de reunión e intercambios comerciales. Entre los siglos XII y XIII fue construida esta plaza que pronto se convirtió en el espacio más dinámico de la ciudad, gracias a su mercado, donde se podía sentir el bullicio de una sociedad bajomedieval en plena efervescencia.


EL VERRACO DE BOTIJA.



He cruzado varias veces la geografía de la Península Ibérica, buscando verracos de piedra esas esculturas zoomorfas características de la protohistoria, de la Edad del Hierro en la Meseta occidental. A veces los he buscado a conciencia rastreando mapas y catálogos. En otras ocasiones el encuentro fue fortuito. El último lo encontré en al Museo Nacional de Arte Romano de Mérida, aunque pertenece al fondo del Museo Provincial de Cáceres.


Un verraco, posiblemente un jabalí, con las patas delanteras ligeramente flexionadas en actitud tensa, agresiva, con los jamones bien delimitados, y en cuya cabeza podemos intuir perfectamente las orejas, en sendas cazoletas en ambos perfiles. Esculpido en granito, muy bien tallado, presenta una anotamomía bien marcada, mide 90 cm de altura, 70 cm en su base y 30 cm de grosor. Fue hallado en el recinto Norte del Castro de Villaviejas del Tamuja, en Botija, provincia de Cáceres. En el castro en cuestión han aparecido más verracos que presentaban diferentes características de forma y estilo.

La interpretación de la función, o funciones, de estas esculturas ha sido, desde hace mucho tiempo, uno de los debates más apasionantes de la arqueología ibérica. En esta ocasión vamos a ceder la palabra a un experto, Manuel Bendala.


"En el menguado capítulo de las producciones artísticas de los pueblos que nos ocupan, sobre todo el correspondiente a las llamadas artes mayores, los verracos tienen un lugar de honor por muchas razones. Entre ellas por su contundencia formal, la importancia que debieron tener habida cuenta su número y el gran esfuerzo que su realización debía de suponer, ya que en muchos casos son esculturas de gran tamaño y en ocasiones gigantescas, que superan con mucho los dos metros de largo, como es el caso de los famosos toros de Guisando. Ocurre además que los verracos son para muchos españoles esculturas particularmente entrañables; presentes siempre - en parques, jardines, plazas, caminos -, han llegado a ser mucho más que productos del pasado o piezas de museo: son una referencia frecuente en nuestra literatura y se ha producido una identificación con ellas verdaderamente insólita en el panorama de nuestras antigüedades, de modo que - como tuve de ocasión de escribir en otro lugar - es posible que en la figura solemne, sobria, rotunda del verraco, vean muchos una feliz expresión del carácter castellano.

Conviene recordar que por verracos se conocen genéricamente las esculturas de toros y cerdos de los ambientes particularmente vettones, aparecidas en una amplia región que integran aproximadamente lasa provincias de Ávila, Toledo, Cáceres, Salamanca, Zamora, Segovia y algunas portuguesas (Tras-os-Montes y Beira Alta). Aparecen los animales esculpidos con su peana o plinto en un único bloque de piedra, por lo general granito; se hallan de pie, rígidos y frontales, con las patas fundidas en bloques delante y detrás, con un sobrio estatismo que rompen algo las estatuas de cerdo, echados más o menos ligeramente hacia atrás en postura de acometida. Se ha discutido si se trata de estatuas totémicas, exvotos de sacrificios o quizá términos o hitos camineros. Parece que tuvieran en realidad significados múltiples, según el sitio y el tipo elegido en cada caso. Muchas tienen significado funerario (bastantes portan epígrafes funerarios en latín), y aparecen asociadas a tumbas, con un sentido sacro que puede ir desde simbolizar la vida que se desea al muerto, a ejercer sobre él un papel protector o, como suele decirse, apotropaico.

Hubieron de tener este significado protector y sacro algunos hallados junto a las cercas defensivas, como los mencionados de Las Cogotas. En estos días, precisamente, se ha descubierto un verraco excepcional, tallado en la misma roca junto a la puerta de San Vicente de la ciudad de Ávila, flanqueando la entrada, en un nivel más bajo que el piso actual; se apoya en la escultura la prolongación hacia afuera de una torre de la muralla medieval que flanquea una puerta de entonces, situada en el mismo punto que la antigua, y es posible que otro verraco estuviera (o esté aún sepultado) al otro lado de la entrada. Se supone que muchos verracos, situados en zonas de pastos y de manantiales, tuvieran la función de señalar el control de los recursos en el paisaje pastorial regentado desde los castros, siempre con una dimensión simbólica, votiva o sacra y de protección o señalamiento difícil de precisar. Lo mismo que ocurre con su cronología, aunque cabe pensar, por los datos disponibles, en una producción que puede remontarse a mediados del milenio y adentrarse en época romana.


Son, en cualquier caso, un símbolo perfecto de una sociedad eminentemente ganadera, dedicación principal atribuirle al conjunto de la Hispania indoeuropea y céltica".  


sábado, 30 de mayo de 2015

PALACIO DE LOS ARZOBISPOS EN NARBONA.



El arzobispo, cabeza visible de una diócesis de cierta relevancia, fue aumentando su poder a medida que la Europa romana fue mutando en Europa medieval. Como señores que eran, además de manejarse con las armas, construían grandiosos palacios en la zona noble de la ciudad, normalmente en un espacio próximo a la catedral.


En Narbona, una de las diócesis más importantes de la Galia meridional, el palacio espiscopal está situado en el centro mismo de la urbe, junto al ayuntamiento y la catedral.


A través del claustro se comunica la Catedral con el Palacio del Arzobispo. El conjunto presenta el aspecto de una fortaleza inexpugnable.


El pasaje del Ancla, cuya entrada se abre entre dos poderosas torres, marca la separación entre los dos conjuntos monumentales episcopales, el palacio viejo (siglos IX - XIII) y el palacio nuevo (XIII - XIX).



El palacio nuevo inició su construcción por deseo expreso del arzobispo Gilles Aycelin, que quería alejarse en lo posible del ruido y ajetreo de las obras de la Catedral. 


Ordenó además que se levantara un torreón, que por cierto, lleva su nombre y sigue siendo el más poderoso del conjunto. Sus sucesores, como Bernard de Fargues, Pierre de la Jugie y Jean Roger continuaron ampliando el recinto.   


.....CIUDADES DE PASO...



...caminos inconexos que confluyen hacia la puesta de Sol, cuando el principio se torna fin y la realidad adquiere todo su sentido, ciudades de quita y pon, lugares de paso que seguirán latiendo cuando yo haya marchado, marea humana que gira sin cesar alrededor de un eje eterno e imaginario que dibuja nuestra mente para encontrar nuestro lugar en el Universo, ilusiones reales de un ahora que es parasiempre, un pasado que fugazmente pasó a futuro pero quedó atrapado en presente.....  

POPEA SABINA.



Famosa por su belleza y alabada por su inteligencia, Popea fue primero amante, luego segunda esposa de Nerón y emperatriz de Roma entre 63 y el 65. Gracias a sus maniobras consiguió eliminar a todas sus rivales femeninas de la corte imperial; Agripina madre de Nerón y Claudia Octavia, primera esposa de Nerón. En ambos casos convenció al emperador de que fuesen ejecutadas. Murio asesinada por el propio cuando estando embarazada. y él bajo los efectos del vino le propinó un puntapié fatal en el vientre. El retrato expuesto en el MAN procede de Medina Sidonia.

LOS TEMPLARIOS Y LA MASONERÍA.



¿Realmente tuvieron alguna relación los primeros templarios con el nacimiento de la masonería? 

A pesar de haber desaparecido como orden militar en la segunda mitad del siglo XIV en la actualidad no son pocos los grupos que se reivindican como sucesores de los templarios y que, a la vez, mantienen una clara conexión con la masonería.

¿Se trata de meros farsantes con pretensiones delirantes o realmente tuvieron alguna relación los primeros templarios con el nacimiento de la masonería? La peripecia de los caballeros del Temple es, sin ningún género de dudas, uno de los episodios más apasionantes no sólo de la Edad Media sino de toda la Historia universal. De hecho, su mismo final parece apuntar más a un inicio que a una verdadera conclusión. El 18 de marzo de 1314 era quemado en París el Maestre de los templarios, Jacques de Molay, tras un proceso que había durado más de un lustro. Desde su pira mortuoria, de Molay emplazó a Felipe el Hermoso de Francia, a Guillermo de Nogaret, mayordomo del monarca, y al Papa Clemente, desarticulador de la orden para que antes de que concluyera el año comparecieran 
ante el tribunal de Dios para responder del proceso y la condena de los templarios. De manera escalofriante, los tres emplazados fallecieron antes de que se cumpliera el año y además en el caso de la dinastía reinante en Francia -una dinastía que no había tenido problemas de sucesión a lo largo de tres siglos- se produjo una extinción dramática en breve tiempo.

El proceso de los templarios, íntimamente relacionado con su disolución por decisión papal, sacó a la luz un cúmulo de acusaciones que iban desde la práctica de la sodomía, un pecado relativamente menor, a la utilización de la magia negra en ceremonias secretas y a la blasfemia idolátrica. Que Felipe de Francia, ansioso por obtener más fondos y despojador poco antes de los judíos, buscaba fundamentalmente llenar sus arcas parece fuera de duda; que Guillermo de Nogaret le sirvió buscando no el que resplandeciera la justicia sino beneficiar a su señor es innegable y que el Papa Clemente se plegó a las presiones del monarca galo, en parte, por miedo y, en parte, por superstición parece muy difícil de discutir. Tampoco puede cuestionarse que Molay y otros acusados fueron sometidos durante años a tormento y que, posteriormente, renegaron de las confesiones suscritas bajo el efecto de la tortura, un hecho que precipitó precisamente su condena a la pena capital. Sin embargo, existe más de una posibilidad de que las acusaciones vertidas contra la orden del Temple no fueran del todo falsas.

Fundada al calor de la I Cruzada, la orden del Temple fue el primer intento de establecer una entidad que incorporara tanto el factor monástico con el militar en su vocación espiritual. De ahí que recibiera el apoyo entusiasta de san Bernardo y que no pocos reyes -incluidos monarcas de los reinos españoles- la miraran con agrado y la favorecieran. Los templarios se convirtieron en un ejército eficacísimo en la lucha contra el Islam. Sin embargo, no contaron con 
ningún énfasis en cuestiones relacionadas con el ejercicio de la caridad y no tardaron en entregarse a funciones de carácter bancario que casaban mal con su vocación de monjes soldados. Por si fuera poco, algunos de los caballeros templarios no tardaron en sentirse atraídos por corrientes gnósticas orientales.

Que perdió buena parte de su carga espiritual primigenia y que no pocas veces funcionó más como una entidad crediticia que espiritual es innegable. Cuestión aparte es que, efectivamente, fuera culpable de los cargos formulados contra ella en el proceso orquestado por Felipe el Hermoso. De hecho, cuando la orden fue disuelta y se procedió a juzgar a sus caballeros en otras partes del mundo por regla general obtuvieron sentencias absolutorias.

Aún más. Cuando antiguos templarios dieron origen a nuevas órdenes como la de Montesa la iniciativa fue acogida favorablemente tanto por las autoridades eclesiásticas como por las civiles. En términos generales, por lo tanto, la orden del Temple no se había visto contaminada por los hechos
que se le imputaban y así se entendió en la época.

Hasta ahí todo entra dentro de lo normal. La cuestión, sin embargo, es que existen numerosas pruebas arqueológicas de que los templarios transplantados a Escocia sí quetomaron contacto con las primeras logias masónicas. Así, por ejemplo, en la capilla de los Saint Clair de Rosslyn los símbolos templarios coexisten con los masónicos sin excluir la cabeza del demonio Bafomet, una imagen -convengamos en ello- bien peculiar para ser albergada en el interior de una iglesia católica. No podemos determinar más allá de la hipótesis plausible cuál fue la relación exacta que los templarios establecieron con la masonería. Es muy posible que se relacionaran con ella de una manera natural impulsada, por una parte, por el gusto que algunos Templarios caballeros habían mostrado ya en oriente hacia cosmovisiones gnósticas pero también, por otra, por el deseo de vengarse del papado y de la corona francesa que habían acabado con su orden. En ese sentido, las muertes del Papa Clemente y de los herederos al trono francés han sido interpretadas como asesinatos templarios aunque, obviamente, tal supuesto no pasa de ser una especulación novelesca.

Fuera como fuese, durante los siglos siguientes esa vinculación de algunos templarios aislados a la masonería se convirtió en un punto central de su historia y de su propaganda. Se insistió en que los templarios habían formado parte de la cadena de receptores de secretos ocultos existente desde el principio de los tiempos -un hecho más que dudoso- y se dio nombre de templarias a algunas obediencias masónicas como la Orden de los caballeros templarios encardinada en el seno de la Gran Logia de Inglaterra u otras órdenes templario-masónicas en Escocia, Irlanda y Estados Unidos. La circunstancia no debería extrañar en la medida en que la masonería -como algunos templarios- se presentaba como enemiga declarada de la Santa Sede. La relación, por lo tanto, de algunos caballeros templarios con la masonería escocesa del siglo XIV resulta innegable. Que además formaran parte de la cadena de transmisión de los secretos masónicos o que dieran lugar a su vez a obediencias masónicas diversas resultan y cuestiones en las que pisamos un terreno mucho menos firme.
César Vidal 

viernes, 29 de mayo de 2015

CONDOTIERO GATTAMELATA.



Erasmo de Narni, más como Gattamelata, condotiero bravo y decidido en el campo de batalla, alcanzó la inmortalidad no gracias a las armas, sino a Donatello, que lo convirtió en el primer retrato ecuestre de la Edad Moderna.


Colocado frente a la basílica de San Antonio en Padua, la estatua del condotiero parece querer vigilar el sueño eterno del santo.



Gattamelata, semejante a un César triunfador, y su caballo, avanzan serenos, pisando el terreno con seguridad, sin perder la compostura, ni realizar aspavientos ni muevas de cada a la galería, condotiero y montura, se desplazan con la firmeza y la autoridad de quien se sabe vencedor.


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