miércoles, 1 de abril de 2015

CARLOS EL BUENO



Carlos el Bueno (Karol de Goede) , Conde de Flandes, pagó con bondad los sinsabores de la existencia. Hijo de un rey danés, Canuto IV, tuvo que huir de su país tras el asesinato de su padre, y junto con su madre Adela de Flandes, encontró refugio en la corte de su abuelo Roberto I el Frisón. Cuando su primo Balduino VII fue nombrado Conde, Carlos se convirtió en su más cercano y preciado consejero, hasta el punto de ser nombrado sucesor.

Siendo conde, Carlos destacó por su bondad, pues se cuenta, que en ocasión de una hambruna abrió sus graneros y repartió pan entre los más desfavorecidos. Se dedicó tanto a su gente, que ante los rumores de su posible candidatura al trono Imperial y a la corona del Reino de Jerusalén, no dudó en rechazarlas, por amor a su gente. 


Pero claro, el que se pone del lado de los humildes encuentra siempre enemigos entre los poderosos. El Conde de Flandes se enfrentó al clan Erembald. El uno empeñado en hacer la vida más fácil al pueblo. Los otros empecinados en endurecer las condiciones de servidumbre. La suerte estaba echada y los Erembald pretendían cortar por lo sano. 

Carlos fue víctima de un brutal asesinado. La mañana del 2 de marzo del año 1127, en plena Cuaresma, el buen conde arrodillado rezaba sus oraciones diarias en la capilla de su castillo de Brujas, cuando irrumpieron en el templo un grupo armado del clan Erembald y a sangre fría lo decapitaron. Los culpables fueron detenidos y torturados hasta la muerte, y la buena gente de Brujas, Gante y otras ciudades flamencas, elevaron a Carlos el Bueno a la categoría de mártir. En el siglo XIX fue beatificado. 

Las crónicas de la época no ahorran elogios al hablar de su lealtad, sentido de la justicia y habilidades guerreras. Además de su piedad cristiana, que le llevó a peregrinar a los Santos Lugares. 

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