jueves, 4 de abril de 2013

DE PIEZA DE CAZA, A CABEZA DE GANADO



DE ANIMALES Y DE HOMBRES.

Formando parte de una misma, y única Naturaleza, el ser humano (y los homínidos antecesores) y las diferentes especies de animales han compartido los diversos medios naturales del Planeta. A lo largo del tiempo el ser humano ha sabido aprovechar en beneficio propio esa relación.

Podemos establecer, a grandes rasgos, cuatro funciones que los animales han desempeñado para las Sociedades Humanas:

1 Como fuente de alimentos y de materias primas.

2 Como fuerza de trabajo en diferentes actividades.

3 Como importante, y a veces decisivo, apoyo en la guerra.

4 Como símbolos, tótems y deidades en la esfera espiritual. 

En algunas ocasiones, una misma especie ha representado varias de estas funciones, mientras que otras veces, una especie se ha dedicado en exclusiva para una de ellas.




LOS CAZADORES DEL PALEOLÍTICO.

Mucho antes de la domesticación de especies durante el Neolítico, las bandas del Paleolítico se dedicaban a la caza ocasional de algún animal. En numerosas ocasiones los hombres recurrían al carroñeo, aprovechando los restos de alguna pieza abandonada por otros depredadores. 

Cualquier animal era susceptible de ser cazado, aunque evidentemente algunas piezas ofrecían más peligros en ser abatidas. Normalmente, cada banda o tribu se dedicaba a cazar las especies más abundantes del medio natural que compartían, siendo habitual que un grupo humano se especializase en la caza de un determinado animal.

Los cambios climáticos, la estacionalidad y las migraciones de las manadas, provocaban que las hordas de cazadores siguiesen sus rutas, sin poder establecerse permanentemente en ningún lugar, hablamos, por tanto de Sociedades Nómadas. 

Gacelas, ciervos, renos, bisontes, caballos, mamuts . . . eran presas propicias para el depredador más voraz de todos los tiempos: el hombre. 

El cerebro inventa, y la mano, liberada de su función locomotora, fabrica armas, con las que compensar las evidentes desventajas biológicas, con respecto a la mayor parte de las especies animales.

Puntas de sílex, arcos y flechas, hachas de piedra, lanzas, trampas, emboscadas, fosos, todo era válido para conseguir la preciada pieza.

Del animal cazado se aprovechaba absolutamente todo; por supuesto la carne como alimento, pero también las astas, la piel, tendones, huesos, grasas, vísceras . . . No obstante, la importancia de la caza, el mayor aporte nutricional y calórico provenía de la actividad recolectora; frutos, raíces, mariscos, pequeños animalillos . . . 

Debemos mencionar también la pesca, en sus diferentes modalidades, fluvial, lacustre o marina, por su gran importancia. 



LOS PRIMEROS GANADEROS DEL NEOLÍTICO.

Sin que aún esté del todo claro, que actividad surgió antes, ganadería o agricultura, lo que está fuera de toda duda, es el hecho de que la domesticación de animales y plantas significó el hito más trascendental de la historia de la Humanidad; las sociedades pasan de ser nómadas y depredadoras, a sedentarias y productoras, con todos los cambios que estas innovaciones significaron en cualquier ámbito de la Sociedad Humana. 

A partir de este crucial momento el ser humano dispone de una fuente de recursos al alcance de la mano; a la carne, la piel y los huesos, ahora hay que añadir los huevos, la leche, la lana y los excrementos. 

A lo largo del Neolítico y a lo ancho del Mundo, se fueron domesticando diferentes especies de animales, mejorando, o mejor dicho, adaptando las especies a las necesidades humanas. Entre los animales más característicos domesticados por el hombre podemos citar; el perro, la cabra, la oveja, el cerdo, el buey, el asno, el caballo, el camello y las aves de corral. 

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