jueves, 14 de febrero de 2013

SOBRE IBERIA APIANO (XI)

  20 Ataque a Cartago Nova
Animado por estos cálculos y sin haberle comunicado a nadie por dónde pensaba atacar, al ponerse el sol condujo al ejército durante toda la noche hasta Cartago Nova. Al amanecer, en medio del estupor de los africanos, empezó a cercar la ciudad con un empalizada y se preparó para el dí siguiente, apostando escaleras y máquinas de guerra por todo alrededor de la misma, excepto por una sola parte en la que el muro era más bajo y estaba bañada por una laguna y el mar, por lo que la vigilancia era menos intenso. Habiendo cargado durante la noche todas las máquinas con dardos y piedras y tras apostar frente al puerto de la ciudad a sus naves a fin de que las de los enemigos no pudieran escapar a través de él - pues confiaba absolutamente en apoderarse de la ciudad a causa de su elevada moral -, antes del amanecer hizo subir al ejército sobre las máquinas, exhortando a una parte de sus tropas a entablar combate con los enemigos desde arriba y otra parte a empujarlas contra el muro por su parte inferior. Magón, a su vez, apostó a sus diez mil hombres en las puertas, con la intención de salir, cuando se les presentara la ocasión, con sólo las espadas - pues no era posible usar las lanzas en un espacio estrecho - y envió a los restantes a las almenas. También se tomó él el asunto con mucho celo colocando numerosas máquinas, piedras, dardos y catapultas. Hubo gritos y exhortaciones por ambas partes, ninguno quedó atrás en el ataque y el coraje, lanzando piedras, dardos y jabalinas, unos con las manos, otros con las máquinas y otros con hondas. Y se sirvieron con ardor de cualquier otro instrumento o recurso que tuvieran en sus manos .

21 Escipión se da cuenta de que la marea deja desguarnecida una parte del muro.
Las tropas de Escipión sufrieron mucho daño. Los diez mil soldados cartagineses que estaban junto a las puertas, saliendo a la carrera con las espadas desenvainadas, se precipitaron contra los que empujaban las máquinas y causaron muchas bajas pero no sufrieron menos. Finalmente, los romanos empezaron a imponerse por su laboriosidad y constancia. Entonces cambió la suerte, porque los que estaban sobre las murallas se encontraban ya cansados y los romanos consiguieron adosar las escalas a los muros. Sin embargo, los cartagineses que llevaban espadas penetraron a la carrera por las puertas y cerrándolas tras ellos se encaramaron a los muros. De nuevo la lucha se hizo penosa y difícil para los romanos hasta que Escipión, su general, que recorría todos los lugares dando gritos y exhortaciones de ánimos, se dio cuenta, hacia el mediodía, de que el mar se retiraba por aquella parte en la que el muro era bajo y lo bañaba la laguna. Se trataba del fenómeno diario de la bajada de la marea. El agua avanzaba hasta mitad del pecho y se retiraba hasta media rodilla. Escipión se percató entonces de esto y comprendíó la naturaleza del fenómeno, a saber, que estaría baja durante el resto del día y, antes de que el mar volviera a subir, se lanzó a la carrera por todas partes gritando: "Ahora es el momento, soldados, ahora viene la divinidad como aliada mía. Avanzad contra esta parte de la muralla. El mar nos ha cedido el paso. Llevad las escaleras y yo os guiaré".

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